Valentín Cabero Diéguez |
Admiro profundamente la escritura portuguesa que se expresa con ese vocabulario tan rico y con esa lucidez penetrante, que en Eduardo Lourenço va encadenando ideas y hechos con maestría sin igual. Sus discursos combinan con gran sentido integrador el pasado y el presente, la dialéctica sutil de las paradojas y de las contradicciones, la crítica literaria con el contexto cultural y social, o el debate geopolítico desde ángulos entreverados por escalas próximas y lejanas, envolviéndonos en una atmósfera sugerente, iluminadora e ilustrada. Su pensamiento alcanza en los ensayos literarios una altura poco común, en particular, cuando nos descubre los mundos creativos y poéticos de Fernando Pessoa.
En ningún momento, a sus noventa años, ha perdido el contacto vital con la realidad. De ahí la frescura de sus ensayos sobre la literatura actual, o sobre los problemas que nos perturban bajo la globalización y el dominio de un mercado insensible a los dramas sociales y ambientales. Nos alerta, así, acerca de la precariedad social de nuestro tiempo, a partir, por ejemplo, de su conocimiento profundo de la vida francesa y de sus sueños igualitarios. Con la crisis, la precariedad se ha convertido en una pesadilla colectiva que expresa su propia zozobra ibérica en España y en Portugal. No olvida en sus miradas retrospectivas, digamos en términos de espacio y tiempo, las herencias en la vida cotidiana del fascismo. Y otra de las grandes preocupaciones que marca su pensamiento es el futuro de Europa y de nosotros mismos; precisamente en el año 2001, se publicaron en España algunos de los ensayos más relevantes de Eduardo Lourenço bajo el título Europa y Nosotros o las dos razones, que ponían el acento en la hiperidentidad lusa y en el desinterés hispano por los problemas comunes.
De algún modo, las virtudes y actitudes intelectuales o cívicas de Eduardo Lourenço han nutrido a lo largo de estos últimos años la vida y las actividades del Centro de Estudios Ibéricos (CEI), convirtiéndose para quienes creemos en la cooperación ibérica en retos permanentes y en desafíos culturales. Por ello, personalmente me identifico con las inquietudes del profesor Eduardo Lourenço, y muestro mis respetos y agradecimiento por la amistad y convivencia fraguadas en el seno del CEI; esa bisagra de encuentro peninsular que reivindica y proclama: “todos nos somos ibéricos”.
*Valentín Cabero Diéguez
Professor Catedrático de Geografía da Universidad de
Salamanca
Miembro de la Comisión Ejecutiva del CEI.
Texto inédito gentilmente enviado pelo Autor para Ler Eduardo Lourenço.
Texto inédito gentilmente enviado pelo Autor para Ler Eduardo Lourenço.