Ana Márquez |
Lo mejor que puedo ofrecerle, profesor, en este aniversario con cifra tan rotunda en 9 (que según antiguos cómputos indoeuropeos renueva y recrea lo existente) es esta claridad, este deslumbre de azul, este misterio de la Serra Gelada surcada, atravesada por profundas hendiduras, por salones abiertos en entraña de tierra y mar, por escondidos pasadizos secretos utilizados un siglo y otro siglo y otro más por fenicios, por romanos, por cartagineses y por griegos, por corsarios berberiscos…
Aquí, mientras escribo pensando en usted, sé que te agradaría, a ti niño de 9 años al que asoma en pupila chispeante la curiosidad insaciable de la primera infancia (la buena, la incontaminada la misteriosa primera infancia, esa infancia de ola de granito, de océano tierra adentro), sé que te gustaría niño imaginado que surca página tras página, libro tras libro, todos los mares, todos los siglos de aventura, de deslumbre; sé cuánto y con qué ilusión escrutarías este humano y siempre misterioso paisaje marino mediterráneo.
A quien de 9 a 90, de infinito a infinito, ha sabido adentrarse con pasión en la aventura del humano pensamiento, excavando metro a metro y navegando milla a milla en gesto de orfebre minero y marinero, nada de lo humano, como a aquél, le es ajeno. Ni de lo divino. Ni del mar.
Ulises siempre está ahí. Odiseo está presente. Pessoa en cuerpo y alma, velas al viento y ánimo desplegado.
…………….
La primera impresión del paisaje de la Beira: la rotunda dureza de su suelo: el granito que campea por lomas y peñascos austero, oscuro moteado. El granito señoreando el planalto, jaspeando los grandes eriales, limitando las pequeñas huertas de cultivo. Se adivina un esfuerzo sobrehumano para poder plantar algo.
Titanes, tierra de titanes, no de dioses (no hay la gracia bendita del brillante gesto claro de los dioses múltiples, sólo hay cabida para uno imperturbable, ceñudo, duro…). Torvo, oscuro, el lomo de la tierra de la Beira se dibuja.
Un campesino detiene el arado, agotado de la pelea con tanto peñasco; se para, se incorpora un instante y con gesto preciso enjuaga con rudo pañuelo la frente… Alza la mirada y ante él el cielo. En ese cielo atormentado y sin fin, en ese horizonte orlado en violeta y sombra la figura del campesino es todo presencia.
Ése es el momento… el titán ha llegado. Su arado en el suelo descansando, su inmóvil mano en preciso gesto oteando serio, concentrado, el horizonte. Titán pues es roca, más que tierra, lo que ara. Minérica fuerza condensada.
Aquí, mientras escribo pensando en usted, sé que te agradaría, a ti niño de 9 años al que asoma en pupila chispeante la curiosidad insaciable de la primera infancia (la buena, la incontaminada la misteriosa primera infancia, esa infancia de ola de granito, de océano tierra adentro), sé que te gustaría niño imaginado que surca página tras página, libro tras libro, todos los mares, todos los siglos de aventura, de deslumbre; sé cuánto y con qué ilusión escrutarías este humano y siempre misterioso paisaje marino mediterráneo.
A quien de 9 a 90, de infinito a infinito, ha sabido adentrarse con pasión en la aventura del humano pensamiento, excavando metro a metro y navegando milla a milla en gesto de orfebre minero y marinero, nada de lo humano, como a aquél, le es ajeno. Ni de lo divino. Ni del mar.
Ulises siempre está ahí. Odiseo está presente. Pessoa en cuerpo y alma, velas al viento y ánimo desplegado.
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La primera impresión del paisaje de la Beira: la rotunda dureza de su suelo: el granito que campea por lomas y peñascos austero, oscuro moteado. El granito señoreando el planalto, jaspeando los grandes eriales, limitando las pequeñas huertas de cultivo. Se adivina un esfuerzo sobrehumano para poder plantar algo.
Titanes, tierra de titanes, no de dioses (no hay la gracia bendita del brillante gesto claro de los dioses múltiples, sólo hay cabida para uno imperturbable, ceñudo, duro…). Torvo, oscuro, el lomo de la tierra de la Beira se dibuja.
Un campesino detiene el arado, agotado de la pelea con tanto peñasco; se para, se incorpora un instante y con gesto preciso enjuaga con rudo pañuelo la frente… Alza la mirada y ante él el cielo. En ese cielo atormentado y sin fin, en ese horizonte orlado en violeta y sombra la figura del campesino es todo presencia.
Ése es el momento… el titán ha llegado. Su arado en el suelo descansando, su inmóvil mano en preciso gesto oteando serio, concentrado, el horizonte. Titán pues es roca, más que tierra, lo que ara. Minérica fuerza condensada.
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El pensar de Eduardo Lourenço es la energía liberada de ese gesto en la Beira.
Liberada del granito y de ese opaco y denso cielo. Y del agua: tenue hilo entre peñascos, un río seco en bajada, una aldea a él asomada que lleva por nombre San Pedro, piedra, sólido y tenaz cimiento de una raza.
Todo está en todo en los escritos de Lourenço: sugerencia en gesto detenido en el momento en que gesta el canto y despliega la razón: razón poética en texto que asentado firme en tierra se levanta: místico vuelo a la prosa del poema, del que intuye y lo ve, poema de tierra dura abogando por la mar: el milagro.
Lourenço ve el poema. El poema de ese cielo, del granito, del hijo de ese paisaje y del titán, el poema de éste y ése mar. Todo se halla en él. El simple y enrevesado hilo del argumento, de lo abstracto hecho brillo: todo da forma a su visión. Como el Aleph sin presencia en el tiempo, todo así se relaciona en el ensayo de Lourenço. Ensayo de total cristalizado que se desentraña cuando recorremos palabras, líneas… No importa e importa el tema, todo es uno, unidad que proporciona la variedad de la vida en sus textos. Lo inmensamente complejo de la vida en sus textos. La belleza del rozar lo inefable en sus textos.
Pasión del intelecto, pasión del hombre occidental: pasión que pasión proporciona a quien se deja llevar en su vuelo.
…………..
Y entre un mar y un océano, entre la dura tierra asomada a la Meseta castellana, y desde el corazón de la Meseta misma, epicentro de esta nuestra Iberia, otra voz, otro canto le ofrezco: voz recién estrenada que ha bebido en el océano inmenso infancia y primera juventud, en ese amado cielo-Tejo lisboeta, en ese Portugal ya tan añorado, tan querido nuestro:
“É verdade que os desejos, os sonhos, as utopias, nos fazem avançar, mas só quando ainda há esperança de alcançá-los. Se não for o caso, melhor é aceitar que simplesmente é assim. Tal como muitas outras questões que atormentam os espíritos curiosos, ambiciosos, racionais. Paradoxalmente, são os mais loucos, esses. Às vezes não são preciso respostas. “
Y entre un mar y un océano, entre la dura tierra asomada a la Meseta castellana, y desde el corazón de la Meseta misma, epicentro de esta nuestra Iberia, otra voz, otro canto le ofrezco: voz recién estrenada que ha bebido en el océano inmenso infancia y primera juventud, en ese amado cielo-Tejo lisboeta, en ese Portugal ya tan añorado, tan querido nuestro:
“É verdade que os desejos, os sonhos, as utopias, nos fazem avançar, mas só quando ainda há esperança de alcançá-los. Se não for o caso, melhor é aceitar que simplesmente é assim. Tal como muitas outras questões que atormentam os espíritos curiosos, ambiciosos, racionais. Paradoxalmente, são os mais loucos, esses. Às vezes não são preciso respostas. “
Soy un soñador
No puedo dejar de serlo
¿Seré de los más locos…?
No soy más que todos
No soy menos que nadie.
Soy uno más de los que no sueñan
Porque sueño en no soñar
No sé lo que soy o seré
Hasta que no sea nada en absoluto
Y no pueda seguir soñando en la vida
Y si llegase a ser un nihilista más
Tendré tiempo de decirme
¡Cómo pude ser tan ingenuo
Creyendo en Atlantis, El Dorado
Y todos los paraísos perdidos!
¡Sueño con ser libre!
¡Sueño con el despertar!
¡Sueño con despertarme en un planeta que no existe!
¡Sueño en un nuevo sueño!
¡Sueño con descubrir la sustancia de los sueños!
Los soñadores sospechan que los sueños no tienen explicación
¡Pero todos soñamos y no solo el ser humano!
¡Sueño con despertarme en un planeta que no existe!
¡Sueño en un nuevo sueño!
¡Sueño con descubrir la sustancia de los sueños!
Los soñadores sospechan que los sueños no tienen explicación
¡Pero todos soñamos y no solo el ser humano!
Mis pesadillas me dicen que nunca lo sabré
Mis sueños me dicen que mejor no entenderlo
Esta voz, y mi voz, ya sabemos de saudade, la hemos aprendido a fuego: es este nudo acuoso en el alma al mirar este cielo y este mar mediterráneo, tan hermoso… al sentir esa energía humana en Madrid, crisol humano peninsular (oh, Almada Negreiros…) en el centro… y ese sueño de la vida que Calderón nos dejó.
Y Pessoa recordó: Suave me é o sonho e a vida… é o sonho...
…………….
Sr. Lourenço: con su obra, con su inteligencia y con su amor inmenso a la poesía y a la historia se ha conseguido otra vez el milagro: la variedad de las voces unificadas en el sueño humano.
Con estas referencias al sueño de estar vivo, le homenajeo en castellano, homenaje también al gran amor de Annie, su esposa, por esta lengua, y con el agradecimiento más profundo por tantas y tantas páginas leídas de sus libros que sirven en verdad de consuelo, por su franca y firme amistad ampliada a los seres más queridos, le deseo lo mejor en esta vida, en este instante eterno.
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Y Pessoa recordó: Suave me é o sonho e a vida… é o sonho...
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Sr. Lourenço: con su obra, con su inteligencia y con su amor inmenso a la poesía y a la historia se ha conseguido otra vez el milagro: la variedad de las voces unificadas en el sueño humano.
Con estas referencias al sueño de estar vivo, le homenajeo en castellano, homenaje también al gran amor de Annie, su esposa, por esta lengua, y con el agradecimiento más profundo por tantas y tantas páginas leídas de sus libros que sirven en verdad de consuelo, por su franca y firme amistad ampliada a los seres más queridos, le deseo lo mejor en esta vida, en este instante eterno.
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*Ana Márquez
Professora de História em Alicante y tradutora para língua castelhana de Eduardo Lourenço
Texto inédito gentilmente enviado pela Autora para Ler Eduardo Lourenço.
Professora de História em Alicante y tradutora para língua castelhana de Eduardo Lourenço
Texto inédito gentilmente enviado pela Autora para Ler Eduardo Lourenço.